Ulises Santamaria
Ulises Santamaria
Documentary photography, portraits and travel stories
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CENTINELAS

 

Los árboles siempre me han cautivado, algunos, me hacen pensar en el mundo antes de nosotros y entiendo por qué en otros tiempos, los venerábamos.

Aunque he tenido la fortuna de viajar a otros países, México es el único territorio que he podido recorrer de norte a sur, y de este a oeste. Es en su naturaleza que me reconozco y conecto de una forma muy especial. Según la Conservación Internacional de Jardines Botánicos , a través de su iniciativa Global Tree Campaing , hasta el 2017 se había contabilizado 60, 065 especies de árboles en todo el mundo. Para México, la misma fuente registró un censo de 3364 especies, de las cuales 1341 son endémicas.

Además del papel relevante que juegan para la vida en el planeta, los árboles también han adquirido un significado simbólico para muchas culturas a lo largo de la historia de la humanidad. Es este elemento, el de sus posibles significados, lo que ha llamado mi atención y por lo tanto, el motivo por el cual han tenido presencia en mi ejercicio fotográfico.

Gracias a una convocatoria organizada por el gobierno de México, decidí rescatar mi registro dendrológico personal y al mismo tiempo, emprender la aventura para buscar árboles con los que pudiera establecer una conexión emocional y a través de ellos, contar una historia. El concurso, que en un inicio motivo el rescate de esta corta pero significativa memoria, se convirtió en una oportunidad única para salir a explorar nuevamente mi país y hacer fotografías.

La serie Centinelas, memoria gráfica que recorre las regiones de Chiapas, Jalisco, Oaxaca y Querétaro; es simplemente eso, una bitácora de viaje de norte a sur, donde las anécdotas están inspiradas en la vida natural y la sabiduría universal que la caracteriza.

 

JALISCO

En el occidente de México y junto al océano pacífico, está Jalisco, uno de los estados de mayor diversidad natural y cultural en el país. Mi tránsito por este territorio ha sido extenso, en distintos momentos y por diferentes motivos, fue aquí donde la búsqueda comenzó.

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Irónicamente y a pesar de que Jalisco tiene playa, montañas nevadas, semidesierto, bosque y selva; fue en su capital, Guadalajara, donde encontré una Ceiba majestuosa abriéndose paso entre el concreto de la banqueta y los cables de luz en la Colonia Americana. Desconocía que cuando son jóvenes, el tronco de la Ceiba se llena de espinas. Comencé a fotografiarla y no pude evitar imaginar que cobraba vida, que su textura espinosa se transformaba en escamas y que en cualquier momento sería testigo de un evento extraordinario, y si, así fue.

Guadalajara también es una de las pocas ciudades en el país con dos parques naturales; el Bosque Colmos y el Bosque de la Primavera . Colomos, rodeado por casas y avenidas, es un oasis en medio de la selva de concreto en donde habitan pinos, cipreses y ficus. La Primavera, reserva natural protegida, es un paraíso apacible donde además se pueden encontrar cedros y sabinos milenarios.

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QUERÉTARO

En el centro de México y comienzo de la zona del bajío, está Querétaro. Aquí he vivido muchos años, de repente me ausento, pero regreso. Se podría decir que aquí es en donde he echado raíz, aunque no en toda la extensión de lo que esa frase sugiere.

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En estas tierras predominan los matorrales, pero si viajas rumbo a la Sierra Gorda o a los límites con otros estados, también hay bosques de coníferas y encinos. Sin embargo es entre Escolásticas y San Cirilo, en el municipio de Pedro Escobedo en una de las partes bajas del estado, donde por capricho de la geografía, se forma un pequeño ecosistema en donde hoy se encuentra un bosque de Sabinos. El Ahuehuete, como también se le conoce, es una especie endémica de México considerada como sagrada por los pueblos originarios de esta y muchas otras regiones en el país.

Encontrarse con estos árboles es como llegar a un lugar mágico, cada vez que voy tengo la sensación de que en ausencia de los humanos, los mitos y leyendas que se cuentan por los locales cobran vida. Aunque se ha convertido en un destino muy visitado, especialmente por fotógrafos para hacer sesiones con parejas, quinceañeras y modelos, poco es el interés que se tiene para conservarlo, pues el río que lo vio nacer se está secando y con él, la vida de estos centinelas del tiempo que como su nombre en náhuatl indica, se niegan a envejecer.

Que sean estas postales de las pocas dedicadas a retratarlos solo a ellos, sin modelos o parejas de enamorados, sin chambelanes y quinceañeras, solo ellos, los ancianos del agua.

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OAXACA

Para mí, el sur de México es especialmente bello, y Oaxaca es uno de los estados del país que más me gusta y que más he visitado. Conozco sus playas y montañas, sus valles y llanuras, y me queda claro que su geografía es la razón de la riqueza natural, cultural y social que lo caracteriza.

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Uno de los atractivos naturales de Oaxaca y que tardé en conocer, justamente por el tránsito de turistas que suelo evitar; es el Árbol del Tule, en la comunidad de Santa María de la Asunción. Aunque sabía que el diámetro de su tronco era el más grande del mundo y que su edad estimada es de 2000 años, nunca imaginé cómo eso se podría sentir al estar parado frente a él.

Me quedé callado y por un rato olvidé a toda la gente que tenía a mí alrededor, no solo porque pude sentir y entender claramente porque se le venera y hace fiesta, también me conmovió pensar en cómo ha visto pasar el tiempo y lo solo que debe sentirse a pesar de que todos los días lo visitan miles de personas. Así que me dediqué a observarlo y a dejarme sorprender por los seres que habitan en la inmensidad de su textura. Cuando hice estas fotos no estaba pensando en ninguna convocatoria, estaba retratando mi conversación con un sabio milenario.

El árbol del Tule, que pertenece a la familia de los Sabinos o Ahuehuetes, de acuerdo con la tradición zapoteca, fue plantado por Pechocha el Dios del Viento, un sacerdote de Ehécatl. Por el valor sagrado que representaba y con la conquista, se construyó la iglesia a su lado de la misma forma en que muchas otras fueron edificadas en esa época; imponiéndose y resignificado los símbolos divinos de la cosmovisión de los pueblos originarios. Hoy y gracias al sincretismo entre creencias, el Árbol del Tule sigue siendo una representación de los dioses en la tierra.

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CHIAPAS

Cuando pienso en Chiapas pienso en la Selva Lacandona, en la cultura de los Mayas pero también pienso en los Zapatistas, en el amor que siento por mi país y su historia, en un café en San Cristóbal de las Casas y en un chapuzón en los ríos de agua fría que desembocan en el Usumacinta. Son muchas las historias que podría contar sobre mis viajes en tierras chiapanecas, es aquí en donde mi corazón se me sale del pecho y no solo por sus maravillas naturales, también por su historia y por la gente.

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Entre los sitios arqueológicos de Bonapak y Yaxchilán, se encuentra una parte de la Selva Lacandona la cual se pude conocer en una caminata que dura alrededor de cinco horas. Recorrer la selva es una experiencia única, el sonido de miles de insectos te inducen en un trance que al combinarlo con el calor, la humedad y exuberante vegetación, uno no puede hacer más que dejarse llevar por esa alucinante peregrinación.

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La Selva Lacandona, que contiene una gran biodiversidad, se caracteriza también por las majestuosas Ceibas que la habitan. Las Ceibas, son árboles que están presentes en muchas regiones de México, especialmente en el sur, donde la cultura maya floreció y en donde estos árboles tienen un significado muy especial. Para los mayas el Yaxché, como ellos le nombraban, es un árbol sagrado, fuente de vida, la conexión que unía a la tierra con el universo y el encargado de levantar al cielo durante la creación.

Estos árboles, que han visto pasar tantas cosas, capturaron mi atención con su altura, formas y tonos de piel. Pero más importante, me hicieron imaginar en otros mundos, en la relación que tengo con la naturaleza y en el tiempo antes de nosotros, los humanos.

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TODO ESTá VIVO Y ES SAGRADO

Caminar entre árboles y perderse, viajar con el sonido del viento y respirar. Paseo desenfocado donde imaginar es lo que importa y el paso del tiempo es relativo. A los Centinelas los protege el cielo con sus nubes y desde el espacio, la bobeda celeste. Aquí donde todo se convierte en símbolos llenos de significado, todo esta vivo y es sagrado.